martes, 13 de enero de 2009

Recuerdos


Hace ya un tiempo que no escribo aquí, podría decirse que no he estado en el mundo, al menos en el mundo que debería. Fragante incienso rellena aquellos huecos de la habitación que el desorden gobernante permite mientras sigo acariciando el teclado de forma más o menos selectiva, de fondo a la peculiar escena un tal Bunbury proclamando algo que debería ser así, algo que en el fondo es así “Soy el hombre delgado que no flaqueará jamás”. Delgado ... bueno, los que me habéis visto sabéis que pocas cosas hay más ciertas que eso, hombre... bueno, estaría más acertado niño que no crío (la independencia de la edad para con ambos términos, si me entendéis) y en lo de flaquear, comprendo el concepto, no es aplicable, no puede serlo.


El calendario dice que ya han pasado unos cuantos días de este 2009, me lo creeré viendo las cruces tachadas en el calendario, la única prueba de que han estado alguna vez ahí. Cuando estás perdido el tiempo es algo aún más relativo, ya lo dijo en términos occidentales otro hombre peculiar un tal Einstein, y antes suyo otros muchos en palabras mucho más profundas con más complejos significados, grandes verdades no siempre interiorizadas, pese a ser “aprendidas”, maravillas del consciente. El hombre que continua cantando del fondo ha titulado la canción que suena ahora “Hay muy poca gente”, cierto es siempre. Una persona un tanto peculiar puso una vez en uno de los más conocidos programas un nick que versaba algo similar a esto, aquí pongo mi versión, la síntesis de lo que representó para mi “Si en algún lugar has de encontrar una mano que te ayude busca primero al final de tu brazo”. Por supuesto que también hay más manos en el planeta pero, ¿cuantas están preparadas para hacer algo tan peculiar?, sin la guía de la primera mencionada ninguna. La mayoría no sabrán que hacer, pensar suele doler al principio y eso evita que bastantes de los que controlan tan preciada maquinaria lo hagan a menudo, es más fácil sentirse culpables, así de estúpidos somos.


¿Tan difícil es ayudar a alguien?”, esta pregunta tan profunda me la hicieron hace unos días, una persona con un carácter cuanto menos peculiar, una persona muy especial. Mi respuesta no se hizo esperar más del tiempo “obligado” por el espacio que era el que se dejaba mover por las vibraciones de mi voz “Si”. Resultará irónica la respuesta, más aún viniendo de una persona como la que escribe con su objetivo, con su carácter, nada más lejos. No puedes ayudar a alguien que no quiere ayudarse a si mismo, en otros casos ayudas pero las decisiones personales son incuestionables y no basta con aceptarlas (muchas veces no queda más remedio) si no que hay que respetarlas (esta es la parte “voluntaria” del proceso, la de la interiorización de la lección que está detrás de todo lo que nos rodea). Grandes momentos quedan atrás, muy gratos recuerdos, personas muy especiales que no están y todas aquellas que aún no han llegado son producto del momento presente, solo existen aquí, ahora.


Este pequeño texto solo tiene un objetivo, romper el silencio de la calabaza, la primera y pequeña vuelta.

No hay comentarios: